Entrevista con… JOSÉ MARÍA MERINO

«[…] si perdemos la riqueza, variedad y vigencia del lenguaje, nos iremos embruteciendo, iremos regresando a los tiempos prehumanos».

Entrevista: Miriam Alonso

Es todo un honor y un placer contar con usted en esta edición del festival.

Y yo agradezco mucho la invitación, que me permite conocer un espacio literario para mí nuevo y muy atractivo.

En su última publicación, La novela posible, trata una figura olvidada durante siglos, la de Sofonisba Anguissola. ¿Quién fue esta mujer?

Una pintora italiana de los siglos XVI/XVII que conocí en una exposición del Museo del Prado y a otra pintora italiana, Lavinia Fontana. Sofonisba pertenecía a una familia de Cremona, noble, pero con escasos medios económicos, cuyos padres procuraron dar una sólida educación cultural a todos sus hijos, y enseñarlos a pintar. Entonces las mujeres pintoras no podían vender los cuadros ni pintar desnudos, pero los cuadros de Sofonisba le servían a su padre como regalos a gente importante e influyente. La formaron estupendos pintores, y el rey Felipe II la invitó a venir a España para que fuese la asesora pictórica de su tercera esposa, Isabel de Valois… Pintó muchos retratos, que con el tiempo fueron atribuidos a pintores masculinos. Por ejemplo, el retrato más famoso de Felipe II, él con un rosario en la mano izquierda, fue pintado por Sofonisba, aunque con el tiempo se atribuyó a Alonso Sánchez Coello…

La novela posible es una obra escrita en varios tiempos, la actualidad, el renacimiento…

Hasta ahora, a lo largo de la vida había escrito dos novelas sobre mujeres del Siglo de Oro: la soñadora Lucrecia de León (Las visiones de Lucrecia) y Oliva Sabuco de Nantes, predecesora de la «medicina natural» (Musa décima). Quería escribir una novela sobre otra mujer de aquellos tiempos, para cerrar la tríada, e investigué mucho sobre Sofonisba Anguissola. El confinamiento me vino muy bien para ordenar mis papeles e informaciones recopiladas, y comenzar mi ficción sobre ella, que me parece un personaje fascinante, como lo fue para Rubens o Anton Van Dick…Y así comencé a perfilar «la novela posible», jugando, en efecto, con el Siglo de Oro y la pavorosa pandemia actual…

Dicen que es usted un maestro de la ficción y la fantasía. ¿Encontraremos estos géneros en su novela?

Lo que encontraremos en el libro son alternancia de tiempos y tramas y una fuerte presencia de Sofonisba en mi propia vida, pero no se trata de una novela estrictamente fantástica, aunque esa alternancia temporal y las imbricaciones de escenarios y personajes creo que suscitan una mirada de extrañeza en quien la lee. Además, el transcurso del propio confinamiento pertenece a lo misterioso, a lo inoportuno y desconcertante. Para muchos de nosotros ha sido, y es, uno de los episodios memorables, «fantásticos», de la vida, por lo siniestro y persistente…

¿Qué más encontraremos? Autobiografía, reflexiones…

Después de darle muchas vueltas, decidí que el libro tuviese tres estructuras: la  biografía de Sofonisba Anguissola basada firmemente en datos reales, pero procurando que fuese amena y sugestiva, mi «diario del confinamiento» (en efecto, autobiográfico, y en el que he procurado reflejar muchas de las experiencias y pensamientos que tuve durante aquellos días, e incluir los microrrelatos que también fui escribiendo a lo largo de aquel tiempo), y la historia del desencuentro amoroso de  una vecina, también obligada al encierro, a la que descubrí asimismo interesada por Sofofisba. Decidí que las tres partes se fuesen desarrollando en capítulos sucesivos y alternativos, y todo aquello acabó conformando la «posible» novela…

«¿Qué cosa más estimulante y hasta divertida que un miedo ficticio? Pero hay posibles monstruos reales, como la energía nuclear, y eso no nos hace ninguna gracia…».

He leído por ahí que se le tacha de defensor del lenguaje puesto que este «nos hace vivir más y mejor». ¿Así nos beneficia su buen uso, hasta ese nivel?

El lenguaje articulado en palabras y cada vez más rico, y además materializado con el tiempo en la escritura, que nos sirvió desde el primer momento para inventar y relatar ficciones, es la base de nuestra inteligencia, de nuestro «pensamiento simbólico», de nuestra condición de homo sapiens. Esto no es una ocurrencia caprichosa: si perdemos la riqueza, variedad y vigencia del lenguaje, nos iremos embruteciendo, iremos regresando a los tiempos prehumanos. Ya sé que es desolador comprobar cómo en el siglo XXI seguimos siendo avariciosos y brutales, pero si a esa profunda anomalía le añadimos el empobrecimiento cada vez mayor del lenguaje oral y escrito, no puedo pensar en nuestro futuro con optimismo.

¿Por qué nos gusta tanto el terror?

El «pensamiento simbólico» que nos conforma, al que he aludido antes, ha intentado descifrar la misteriosa realidad que nos rodea mediante la pintura, la música, la aritmética, pero, sobre todo, mediante la ficción. Y en la ficción están las hadas y los monstruos, los seres benéficos y los dañinos, naturalmente. Y los monstruos tienen la ventaja de que siempre podemos imaginar la manera de protegernos de ellos. ¿Qué cosa más estimulante y hasta divertida que un miedo ficticio? Pero hay posibles monstruos reales, como la energía nuclear, y eso no nos hace ninguna gracia…

«Si no existiese la literatura, cada generación tendría que aprender lo que es enamorarse, odiar, sentir melancolía, envidia».

¿Y la fantasía?

Con todo lo que he dicho, está en nuestra naturaleza, ha sido una de las bases de nuestro conocimiento de la realidad. Desde que existimos, hemos interpretado gracias a ella lo que no entendíamos. Los pueblos más humildes de la historia tenían y tienen argumentos fantásticos para intentar entender lo que los rodea, desde el sol y las estrellas hasta los supuestos seres invisibles o lo que es un posible espacio tras la muerte.

¿Es la literatura la trama oculta de la vida?

Es el más riguroso sistema para entender lo que somos y cómo nos comportamos. Para empezar, la gran psicología parte de las ficciones leídas por los especialistas en la materia (Freud, Jung…). Pero ¿cómo podríamos entender el Siglo de Oro, o el XIX, sin la gran literatura de esa época? ¿De qué nos serviría tener solamente estadísticas y referencias históricas? En la literatura, desde sus orígenes en la narración oral, están los sueños, los comportamientos, las actitudes, los sentimientos… que nos marcan. Si no existiese la literatura, cada generación tendría que aprender lo que es enamorarse, odiar, sentir melancolía, envidia. Como dijo un clásico, «la historia es la novela de los hechos, pero la novela es la historia del corazón».

¿En cuál de sus historias le gustaría pasar una temporada?

Me gustaría volver a los canales de El Tortuguero costarricense que me sirvieron para escribir La orilla oscura, o al Puerto Rico de El heredero, o recorrer otra vez las orillas del Tajo desde sus inicios, como hice antes de meterme en El río del edén

¿Hay alguna en la que no?

En misCuentos del Antropoceno hay espacios naturales degradados que no me gusta ni recordar…

¿Nos puede recomendar una lectura?

Varias: recuperar la ciencia-ficción en las Fundaciones de Isaac Asimov, tan proféticas, y no olvidarse del Drácula de Bram Stoker ni del Frankenstein de Mary Shelley, tan simbólicos de nuestro mundo…